Un pensamiento encadenado y sin libertad deja de ser un sueño de constante inspiración y se transforma en pesadillas de perpetua indiferencia
Por: Yamid González
Director
Resulta difícil plantear qué ideas son nuestras o si lo que imaginamos son expresiones de fuertes sistemas de poder que dirigen nuestras formas de pensar; ´las generaciones actuales somos el resultado de todo un proceso que ha buscado controlar nuestros pensamientos.
La Colonización ha sido un referente de historias sin fin, ya los españoles recorrieron espacios y destruyeron parte de la biodiversidad social, cultural y territorial donde el oro se impuso a los matices de la vida. Ahora, América Latina, Colombia, Antioquia, el Suroeste y Pueblorrico son blancos perfectos para recibir un ataque directo de lo que se ha denominado la “Segunda Colonización”. Ya no es España, sino las empresas que por medio de las multinacionales reviven el fantasma del oro pero trayendo consigo la amenaza, nuevamente, de acabar con los colores de las montañas, los ríos…. ¡de la vida!… la historia se repite.
Sin embargo, existe una Colonización más peligrosa y que ha perdurado por siglos, es más efectiva y letal que las demás, actúa silenciosa, sin ser percibida: la colonización del pensamiento.
Durante siglos hemos estado imaginando y actuando de distintas formas que son reflejo de lo que otros han querido que hagamos. Las cadenas de la colonización del pensamiento cada día se fortalecen y las formas de crear conocimiento sobre el mundo, desde una visión impuesta desde afuera, hace posible la aceptación y legitimación de las multinacionales, del gobierno nacional y países extranjeros en sus formas de operar en nuestros pueblos y territorios.
La Colonización implica imponer formas de conocimientos pero acaba con los saberes de los pueblos, del pensamiento local, generando desarraigo de la historia y la identidad. La amenaza real que nos rodea no se basa exclusivamente en la penetración de la minería en nuestros territorios, sino en las apariencias y la aceptación inconsciente o la apatía cómplice de dejarnos convencer por palabras de progreso y desarrollo, cuando realmente vemos una muestra más del irrespeto a la autonomía de las entidades territoriales y a la soberanía de los pueblos. Pero también se impone una seria amenaza de destrucción, enfermedad y muerte del entorno social y natural.
Contra la Colonización del Pensamiento es que se debe iniciar procesos urgentes de organización y confrontación, un primer paso sería valorar las diversas formas de conocimiento local emergentes del pensamiento indígena, campesino y comunitario; conocimientos que plantean otras formas de interpretar y construir mundos posibles.
Nuestras armas de defensa estarán en la Constitución Nacional y con lápiz, papel, pensamientos, palabras y movimiento social, construiremos las herramientas que permitirán respirar aires de libertad, buscando el firme propósito de plasmar autonomía en las comunidades para que ellas puedan construir su presente y su futuro.
Debemos prestar atención a la comunidad indígenas de nuestro país, ya que ofrecen alternativas para romper estas cadenas, para transformar saberes y procesos educativos, para dejar de ser “conejillos de indias” encerrados en aulas de clases, manipulados por letras escritas en papel. Ellos nos muestran formas para abrirnos a la naturaleza y permitir que la familia, la comunidad, la cultura y el territorio sean las bases para llegar al conocimiento de la vida y del mundo, pues en ellas está la esencia del ser indígenas. De esta manera debemos encontrar la particularidad de ser lo que somos, de valorar y reconocer lo que tenemos, pues perder algunos de estos elementos podría implicar la extinción de nuestra razón de ser. Perder por ejemplo el territorio implicaría perder a la comunidad, nuestras familias y nuestras “cultura”, entraríamos a ser parte de una masa sin forma, tal vez Pueblorrico dejaría de ser una realidad para transformarse en una extraña ilusión.
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